Todos nacemos inocentes. No sabemos nada sobre nuestra belleza o la belleza de los otros. Son conceptos que vamos adquiriendo. Son conceptos impuestos por otros que son los que deciden quién es bello y quienes no.

Andan por el mundo personas poco agraciadas y tal vez incluso se arreglan poco. Repite siempre: «Estás muy bien, me gusta tu manera de ser»…, o resaltando cualquier cualidad, que alguna tiene que haber. ¿Por qué digo esto? Pues es el único modo de que se lo crea, y si lo oye a menudo, lo hará realidad.

No falla. He conocido mujeres maltratadas que se dejaban marchitar y en su vida se han topado con personas iguales a ángeles que hacían esto que describo, y las mujeres empezaron a sentirse mejor, a arreglarse más y acabar por alejar de sus vidas todo lo negativo, inclusive al marido o persona mal tratadora. Lo que desde luego no ayuda es echarle más lama encima.

La belleza de los otros es fácil de encontrar si pensamos que todos somos polvo de las estrellas y estamos hechos de lo mismo. Así también es fácil no guardar rencor, no crearse enemistades, y perdonarse por tener un pelo descolocado o salir a cara lavada.

Entonces ¿para qué criticar el outfit o el maquillaje o los pelos de alguien? Mejor resaltamos lo bueno, su corazón, su pasión por hacer voluntariado, sus ganas de leer, la sabiduría acumulada en sus viajes, etc.

La belleza de los otros reside en los detalles, haz que se sientan bien, siempre te recordarán con amor y no hay magia más poderosa que esa para protegernos de la oscuridad.